En un principio solo
existió el Caos. De El surgió Erebo (las tinieblas y oscuridad) y Nicte (la
noche). Estos eran los tres Entes.
Del Caos surgió luego
Tártaro (el infierno).
De la unión de Erebo y
Nicte, nació Eros (el amor), Eter (la luz) y Hemera (el día), y de la unión de
Eter y Hemera apareció Gea (la Tierra). En lo más profundo de Gea se situó
Tártaro, pero en forma independiente.
Nicte, en soledad, dio
origen a Momo (el sarcasmo), Ponos (la pena), las Moiras (personificaciones del
destino; Cloto, la que hila; Láquesis, la que asigna el destino; y Atropo, la
inflexible), Tánatos (la muerte), Hipnos (el sueño), Némesis (la venganza),
Apate (el engaño), Filotes (la ternura), Geras (la vejez), Eris (la discordia)
y Oizís (la angustia), y otros fenómenos que llegan hasta el hombre desde la
oscuridad de la noche.
Gea, dio origen a
Urano, los cielos, y a Ponto, las aguas.
De la unión de Ponto y
Gea nacieron Nereo (hijo mayor, dios leal y dulce, del mar benéfico, padre de
las Nereidas con la Oceánide Doris), Taumante (se unió a la Oceánide Electra, y
engendraron a Iris, diosa del arco iris, consejera y mensajera de los dioses
(generalmente de Hera); y las Arpías Aelo (viento tempestuoso), Ocípete (viento
velóz) y Celeno (la oscura), las ladronas despiadadas y crueles, que raptan a
las personas, y las arrastraban por las tierras subterráneas hasta el Tártaro)
a Forcis y Ceto (juntos engendraron a las Górgonas: Esteno, Euríale y Medusa
(la Górgona de excelencia, por ser la única mortal; madre de Equidna); y a las
Grayas: Enio, Pefredo y Dino, quienes tenían un único ojo y diente para las
tres que los compartían por turnos) y a Euribia (esposa de Crió).
Urano se hizo esposo de
Gea y se unió a ella cubriéndola completamente. De su matrimonio surge la Primera
Generación Divina.

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